“Sal de mi casa. Ahora.”
La bofetada llegó antes que las palabras. Un golpe seco, humillante, que resonó más fuerte por el silencio que lo siguió. Leonora sintió el ardor en la mejilla izquierda mientras el plato que llevaba en la mano caía al suelo de su propio salón, hecho añicos. Durante un segundo, nadie se movió.
Mateo, su hermano mayor, estaba de pie frente a ella, con el pecho inflado y los ojos cargados de una furia que Leonora conocía demasiado bien. No era nueva. Solo que nunca antes se había vuelto física.
—Te he dicho que no me contradigas delante de mis padres —escupió—. Sal de mi casa.
Su casa.
Su piso en Valencia.
A su nombre.
Pagado con su trabajo.
Leonora miró a sus padres. Arturo bajó la vista hacia el mantel. Isabel suspiró, incómoda, como si todo aquello fuera una discusión desagradable… pero normal. Nadie dijo: “No se golpea a tu hermana”. Nadie se levantó.
Mateo la empujó hacia la puerta. Leonora tropezó, cayó de rodillas en el pasillo y sintió el golpe en el codo. Antes de que pudiera reaccionar, la puerta se cerró. El cerrojo giró. Final.
En el rellano, con la mejilla ardiendo y el orgullo hecho polvo, Leonora entendió que lo peor no había sido el golpe. Había sido la indiferencia.
Se sentó en un banco del parque cercano, bajo una farola parpadeante, y dejó que los recuerdos la atravesaran como una corriente fría.
El dinero de la universidad que “se tuvo que usar” para ayudar a Mateo.
Su graduación a la que llegaron tarde porque él “tenía un problema”.
La frase que escuchó una Nochebuena, sin saber que estaba oyendo:
—Leonora es fuerte, siempre se las arregla —dijo su madre—. Mateo nos necesita más.
Ser fuerte se convirtió en su condena.
Años después, cuando heredó la casa azul de sus abuelos en un pueblo cercano, pensó que por fin tendría algo solo suyo. Pero la invasión fue lenta: una habitación “prestada”, noches “por comodidad”, decisiones tomadas sin consultarla.
Y ahora esto.
Leonora respiró hondo. Algo dentro de ella dejó de doler… y empezó a endurecerse.
—Se equivocaron —susurró al aire—. Y esta vez, van a pagar el error.
Esa noche, tomó una decisión.
Una semana después, un paquete llegaría a esa puerta cerrada.
¿Qué contenía… y por qué cambiaría el destino de toda la familia?